Carol-Yamzambe ha vivido una historia marcada por la pérdida y la superación. Hace años, en el Congo, perdió a su familia de manera trágica, un golpe que la dejó profundamente herida. Aun así, con una fortaleza admirable, decidió empezar de nuevo en otro país, buscando paz y una nueva oportunidad para reconstruir su vida.
Pero el destino le tenía preparada otra prueba. Con el paso del tiempo, Carol-Yamzambe comenzó a perder audición hasta alcanzar un 80% de pérdida. El mundo se fue apagando poco a poco. Las voces de las personas se convirtieron en murmullos lejanos, la música en un recuerdo, y el silencio en su única compañía. Su situación económica le impedía acceder a unos audífonos, por lo que cada día se sentía más desconectada del entorno, más aislada y sola.

Aun así, Carol-Yamzambe nunca perdió la esperanza. Su historia llegó a oídos de SONITON, un centro auditivo que cree firmemente que escuchar bien no debería ser un privilegio, sino un derecho. Conmovidos por su historia, el equipo decidió regalarle unos audífonos para ayudarla a recuperar algo mucho más valioso que el sonido: la ilusión por vivir.
El día que Carol-Yamzambe acudió al centro fue especial. El equipo de SONITON la recibió con cariño, y juntos compartieron un momento difícil de olvidar. Cuando le colocaron los audífonos y los ajustaron, Carol-Yamzambe abrió los ojos con sorpresa: volvió a oír el murmullo de las voces, las risas a su alrededor, el sonido de sus propios pasos. Sonrió, y en esa sonrisa se reflejó una mezcla de emoción, alivio y gratitud.
Desde entonces, Carol-Yamzambe ha vuelto a disfrutar de los pequeños placeres del día a día: hablar con los demás sin miedo a no entender, escuchar música, saludar a quienes la llaman por su nombre. En sus palabras, “he vuelto a escuchar la vida, y con ella, he vuelto a creer en mí”.

La historia de Carol-Yamzambe es mucho más que una anécdota. Es una muestra del poder que tiene la empatía y del impacto real que puede generar un gesto solidario. Gracias a SONITON, el silencio dejó de ser su compañero constante, y en su lugar volvió el sonido, la alegría y la esperanza.
Porque a veces, un simple “te ayudamos a escuchar” puede cambiarlo todo.